Rafael Argullol considera que el fracaso del sistema educativo español puede que tenga muchas causas, pero atribuye la causa principal al ciudadano que cada uno de nosotros deberíamos haber sido. La barbarie de los ciudadanos conlleva la barbarie de los jóvenes. En este sentido le resulta elocuente que el hundimiento final del sistema educativo se haya producido en tiempos de vacas gordas exaltando los valores del “novorriquismo”. Por otro lado, considera como un síntoma de todo ello el hecho de que todos practiquemos la escuela de la culpabilización del otro. Argullol, Rafael, “La culpa del otro”. El País, 31/05/2009, Opinión, página 33.
¿No hemos escuchado mucho últimamente a sonrientes personas públicas citar aquella frase que dice “Si eres capaz de sonreír cuando algo está mal, es porque ya encontraste a alguien a quien echarle la culpa”?
El sacerdote protestante Johann Friedrich Zöllner no podía imaginar, cuando lanzaba alegatos contra la Ilustración
en la Berlinische Monatschrift de diciembre de 1783, afirmando que ni siquiera había una definición de 'Ilustración' y preguntándose desafiante “Was ist Aufklärung?” (¿Qué es la Ilustración?), que recibiría, primero en la edición de septiembre de 1784 de la misma revista, la respuesta de Moses Mendelssohn, y en diciembre del mismo año, la de
Kant, quien tomó prestada para la Ilustración la famosa divisa de Horacio: Sapere aude! (¡Atrévete a saber!). Desde entonces, muchas veces se ha puesto en cuestión el proyecto ilustrado, así sucede igualmente en la actualidad, y algunos creen que incluso ha sido rebasado o superado. Pero, por mucho que se reitere esa crítica, cada vez que leo el texto de Kant sigo pensando que estamos todavía lejos de alcanzar el proyecto que en él se formula. Comprendo que haya gente interesada en ser la guía de otros, interesada en que otros no piensen por sí mismos, comprendo incluso que algunos digan a los más que no es bueno pensar por sí mismos, o que incluso traten de someter o aislar a quien piensa “demasiado” por sí mismo. Lo comprendo porque profesan un modo particular de cultivar sus intereses individuales. En cierto modo todos ellos están retratados por Kant, y es justamente contra ese modo de ver el mundo contra el que se lanza su proyecto ilustrado. No creo que sea necesario detallar ningún análisis para que el texto pueda ser comprendido por cualquier lector. Me parece, no obstante, relevante la posición kantiana de que la incapacidad de pensar por uno mismo es culpable. Y me pregunto cuántos de los que actualmente son considerados como líderes lo son precisamente porque aquellos a quienes lideran prefieren la pereza o la comodidad de no pensar por sí mismos.
He aquí un fragmento con los primeros párrafos del artículo de Kant, en traducción nuestra directa a partir del texto original que publicó la Berlinische Monatschrift:
RESPUESTA A LA PREGUNTA: ¿QUÉ ES ILUSTRACIÓN?
"ILUSTRACIÓN es la salida del ser humano de su autoculpable minoría de edad. Minoría de edad es la incapacidad de valerse de su entendimiento sin la dirección de otro. Esa minoría de edad es autoculpable cuando la causa de la misma no reside en una carencia del entendimiento sino en una falta de decisión y de valentía que le hacen no valerse por sí mismo sin la dirección de otro. Sapere aude! ¡Ten la valentía de valerte de tu propio entendimiento!, es por lo tanto el lema de la Ilustración.
Pereza y cobardía son las causas de por qué una tan gran parte de seres humanos, después de que desde hace largo tiempo la naturaleza les absolviera de la dirección de otros [A482] (naturaliter maiorennes), no obstante permanecen con gusto en la minoría de edad a lo largo de su vida; y de por qué a otros se les hace tan fácil erigirse como sus tutores. Es tan cómodo ser menor de edad. Si tengo un libro que tiene entendimiento por mí, un pastor de almas que tiene conciencia por mí, un médico que decide la dieta por mí, etc., entonces ya no necesito molestarme yo mismo. No tengo necesidad de pensar si simplemente puedo pagar; otros asumirán por mí el fastidioso asunto. De que para la amplia mayor parte de los seres humanos (entre ellos todo el sexo bello) el paso a la mayoría de edad, además de fatigoso, se tenga por muy peligroso, se ocupan los respectivos tutores que amablemente se han hecho cargo de la supervisión de aquellos. Después de que, en primer lugar, han atontado a sus animales domésticos y, cuidadosamente, impedido que esas pacíficas criaturas pudieran intentar dar siquiera un paso fuera de los tutelados, en los que las encerraron, posteriormente les muestran el peligro que les acecha si tratan de ir solas. Ahora bien, aunque ese peligro en verdad no es precisamente tan grande, pues aún con algunas caídas finalmente habrían aprendido a caminar, una sola muestra de ese estilo bien que aleja por lo común al tímido y asustado de todo sucesivo intento.
Por lo tanto, para cualquier ser humano individual es difícil salir de la minoría de edad [A483] que casi se ha convertido en su naturaleza. Incluso le tiene aprecio y, por el momento, es realmente incapaz de valerse de su propio entendimiento porque nunca se le permitió intentarlo. Estatutos y fórmulas, herramientas mecánicas para un uso racional o, más bien, un abuso de sus dotes naturales, son los grilletes para una sempiterna minoría de edad. Tampoco quien los desprendiese podría a pesar de todo dar siquiera un salto inseguro sobre el foso más angosto, porque no está acostumbrado a un movimiento libre de ese estilo. Por eso sólo hay pocos que han logrado, mediante el trabajo propio sobre su espíritu, salirse de la minoría de edad y todavía acometer una marcha segura.
Amélie-San es una europea recién contratada por una gigantesca empresa japonesa que intenta sobrevivir en un abismo de absurdos.Nothomb nos cuenta en Stupeur et tremblements la historia del acoso laboral de Amélie y, sin embargo, es una de las novelas más divertidas que he leído en los últimos años. Tal vez sea porque en el fondo la novela se presenta como una venganza contra los acosadores y por la capacidad satírica que la autora confiere a la protagonista. Transcurre en Japón y describe desde dentro los rigores de la vida cotidiana del jerarquizado mundo empresarial japonés.
Nothomb, Amélie. Stupeur et tremblements. Paris: Albin Michel, 1999. (Versión española de Sergi Pàmies en Anagrama).
La crisis pandémica del virus de la gripe A H1N1 revela hasta qué punto se tiene una conciencia de pertenencia a la globalidad del planeta Tierra. La preocupación sanitaria, tal vez un tanto más irracional que otras, pone de manifiesto ante cualquiera de nosotros que la salud local es global, que la propia salud es interdependiente a escala universal. Los diarios, por ejemplo El País del 16/05/2009, nos informan del número de afectados y muertos a escala global, dando todo tipo de detalles acerca de quién ha viajado dónde. El cielo está cruzado por una tupida malla que cada día tejen las aeronaves transportando un gran número de personas por todos los rincones del planeta y otro tanto ocurre en la superficie de la tierra y el mar. Del mismo modo que en la segunda mitad del s.XX los sistemas de gestión de la calidad entendieron que, para mejorar la calidad en la propia empresa, había que mejorar la calidad en las empresas proveedoras, ahora tenemos claro que nuestra propia salud está en riesgo si lo está la de los otros por más lejanos que se encuentren. Sabemos que podemos hacer una mejor gestión en ese sentido, y todo ello nos hace pensar en la conveniencia de compartir riquezas. Al mismo tiempo, sabemos también que la generación de riquezas puede irse al traste con solo descuidar los criterios de buena praxis en la gestión financiera de las corporaciones de algún país con suficiente volumen financiero como para que constituya una masa crítica. Toda esta interdependencia y globalidad de la que tan conscientes somos me ha vuelto a recordar aquellos textos de 1848 del viejo Marx, estudioso de la economía política, que con tanto detalle vió la globalización que se estaba fraguando, y que cualquiera puede consultar en su edición original. Adjunto una pequeña selección en castellano que corresponde a un librito del que muchas generaciones de españoles se han examinado en las pruebas de acceso a la Universidad cuando no estaba tan claro aquello de la globalización y ni siquiera había movimientos anti-globablización. Puede ser interesante releerlo sin complejos y recordando que está escrito al final de la primera mitad del s. XIX: "[…] La gran industria ha fabricado el mercado mundial, preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial ha dado un desarrollo inconmensurable al comercio, a la navegación y a las comunicaciones entre países; que, a su vez, ha repercutido en la extensión de la industria; y, en la misma medida en la que la industria, el comercio, la navegación y el ferrocarril se extendía, en igual medida se desarrollaba la burguesía, aumentaba sus capitales, dejaba sin importancia todas las clases heredadas de la Edad Media [...] […] La necesidad de ampliar permanentemente la venta de sus productos persigue a la burguesía por todo el globo terráqueo. Por todas partes tiene que instalarse, por todas partes construir, por todas partes establecer relaciones. Mediante su explotación del mercado mundial, la burguesía ha conformado de manera cosmopolita la producción y el consumo de todos los países. Con gran pesar de los reaccionarios, ha tirado por los suelos la base nacional de la industria. Las primitivas industrias nacionales fueron destruidas y todavía son destruidas diariamente. Son desbancadas por nuevas industrias cuya introducción se convierte en una cuestión vital para todas las naciones civilizadas; industrias que ya no utilizan materias primas autóctonas, sino las correspondientes a zonas distantes y cuyos productos no sólo son consumidos en el propio país, sino en todas las partes del mundo al mismo tiempo. Las viejas necesidades satisfechas con productos nacionales son sustituidas por nuevas que, para su satisfacción, requieren los productos de los más lejanos países y climas. El viejo aislamiento y autosuficiencia locales y nacionales son sustituidos por un comercio universal, por una dependencia universal de unas naciones respecto de las otras, y ello tanto en la producción material como en la intelectual. Los productos intelectuales de cada nación se convierten en bien común. La unilateralidad y limitación nacionales son cada vez más imposibles, y de las diversas literaturas nacionales y locales surge una literatura universal. Mediante la rápida mejora de todos los instrumentos de producción y las comunicaciones constantemente más fáciles, la burguesía arrastra a todas, e incluso a las más bárbaras naciones, a la civilización. Los precios baratos de sus mercancías son la artillería pesada con la que dispara a los cimientos de todas las murallas chinas, con los que obliga a capitular a la más pertinaz xenofobia de los bárbaros. Obliga a todas las naciones a adoptar el modo de producción de la burguesía si no quieren hundirse; las obliga a implantar en ellas mismas la llamada civilización; a saber, hacerse burguesas. En una palabra, crea un mundo según su propia imagen.[...] […] Basta señalar las crisis comerciales que en su recurrencia periódica ponen en cuestión la existencia de toda la sociedad burguesa de manera cada vez más amenazante. En las crisis comerciales se destruye regularmente una gran parte no sólo de los productos fabricados sino también de las fuerzas productivas ya creadas. En las crisis se declara una epidemia social que sería absurda en todas las épocas anteriores: la epidemia de la superproducción. La sociedad se encuentra de repente en un estado retrotraído a la barbarie momentánea; una hambruna, una guerra universal de destrucción parecen haberle truncado todos los víveres; la industria y el comercio parecen destruidos, y ¿por qué? Porque posee demasiada civilización, demasiados víveres, demasiada industria, demasiado comercio. […] [...]¿Cómo supera la burguesía las crisis? Por una parte mediante la destrucción forzada de una masa de fuerzas productivas y, por otra parte, mediante la conquista de nuevos mercados y la explotación más en profundidad de los viejos mercados. […]" Marx y Engels. Manifiesto del Partido Comunista. Capítulo I: Burgueses y proletarios. Londres,1848. Versión española: Ricardo Pesado.
Sabíamos que Internet cambiaría nuestras vidas, como la cambió la imprenta. Los cambios empiezan ya a notarse de manera intensa en muchos ámbitos que van desde el mundo financiero al periodístico, exigiendo radicales reconversiones o transformaciones en el modo de hacer y de ser. El mundo de la docencia también se verá envuelto de manera creciente en esta transformación. "Compartir" es la divisa, incluso al margen de las instituciones conocidas. Como se anuncia en El País del 15/05/2009, Beatriz Gallardo acaba de recibir un premio por publicar su asignatura "Análisis lingüístico de las alteraciones del lenguaje" dentro del proyecto Open Course Ware (OCW) y puede que ello ponga de manifiesto en España la revolución que está en marcha. En el blog de Marco Marhuenda se puede encontrar un listado de Universidades con cursos on line gratuitos alrededor del mundo. La lista del Massachussets Institut of Technology (MIT) es impresionante y supera los 1800 cursos. He visitado algunas lecciones de Sociología en video de Berkeley y es casi la misma experiencia que en una Universidad presencial, salvo que es gratis, y no hay limitaciones de distancia.
El Parlamento Europeo aprobó el 26/03/2009 el llamado “Infome Auken” sobre el “Impacto de la urbanización extensiva en España en los derechos individuales de los ciudadanos europeos, el medio ambiente y la aplicación del Derecho comunitario, con fundamento en determinadas peticiones recibidas”. Rafael Argullol considera que este informe debería convertirse en lectura obligatoria en escuelas y universidades, y de obligado conocimiento para todo cargo público. Le parece vergonzoso tanto que el informe fuera aprobado con la oposición de casi todos los eurodiputados socialistas y populares españoles, como que se silencie el escándalo que tal informe pone de manifiesto. Cree que la devastación del litoral español, realizado durante la democracia, es un signo de su debilidad, que está permitiendo una concepción mafiosa de la política con la “corresponsabilidad de los ciudadanos en la callada aceptación del delito”.
René Descartes aplicaba con el máximo rigor posible el método de la duda a todos los que hasta ahora se hubieran considerado como principios del conocimiento, para ver si en alguno de ellos era posible alcanzar alguna certeza indubitable a partir de la cual poder levantar o re-construir el edificio del saber, pero esta vez sobre bases firmes. Alcanzar tal verdad era la única fórmula para poder superar con éxito la tesis de que no hay tal verdad (relativismo) o que no la podemos conocer (escepticismo). Como una de las presuntas fuentes o principios del conocimiento podría ser la información que a los seres humanos nos llega a través de nuestros sentidos, Descartes somete tal principio a una duda metódica tan radical que exige apartar todo aquello que contenga alguna ocasión de ser puesto en duda. Esa certeza que persigue Descartes no puede contener ni la más mínima sombra de duda. Pues bien, Descartes considera que hay varias ocasiones en las que podemos dudar de si esa información, que nos parece que llega fielmente desde el exterior a nuestra razón por medio de nuestros sentidos, se corresponde ciertamente a alguna cosa real externa a nosotros. Una de esas ocasiones para la duda es, según Descartes, el hecho de que algunas veces nos pasa que creemos con gran fuerza que lo que contemplamos mediante los sentidos es absolutamente real, pero de pronto despertamos para darnos cuenta de que era un sueño. Por lo tanto, ¿puede usted estar absolutamente seguro de que ahora que lee esta reflexión filosófico-cartesiana no está usted sumido en un profundo sueño, no menos filosófico, creyendo que efectivamente la está leyendo? ¿No le ha pasado alguna vez, como al perro, que creyó vivir la realidad cuando era un sueño? Si alguna vez le ha pasado, cosa que le habrá sucedido tanto si usted es un humano como si el lector fuera un can, entonces esa información, por haber merecido alguna ocasión para la duda, no contiene la evidencia que buscamos. Si la información que nos llega a través de los sentidos puede en alguna ocasión merecer la duda, Descartes prefiere no recurrir a ella para constituirla como el fundamento del conocimiento. Habrá que buscar otro camino.
Fernando Vallespín analiza el peligro de que las democracias contemporáneas caigan en la tolerancia hacia la corrupción. La creación de tramas privadas en connivencia con los poderes públicos, y con el respaldo más o menos implícito de los medios de comunicación, sería un síntoma de ello. Comenta el caso italiano en el que las noticias frívolas terminan ocultando la inacción política contra la corrupción y le preocupa que en España ésta termine no siendo motivo de escándalo, a tenor de la banalización con la que se ha recibido el caso Gürtel en algunos medios y en el PP. Una hipotética desaparición del periodismo independiente sería lamentable. Pide protocolos de actuación en los partidos políticos para cuando alguno de sus cargos se vea envuelto en cualquier escándalo. Vallespín, Fernando. “Los otros virus”. El País, 08/05/2009, España, página 14.
Daniel Raventós preside la Red de renta básica y hace referencia al reciente acuerdo del Parlamento español para estudiar la viabilidad de la renta básica en España. La renta básica sería una cantidad de dinero que cualquier ciudadano recibiría. Cree que hay estudios interesantes que concluyen que es posible financiarla y que los sectores de la población con rentas más bajas serían sus beneficiarios. Cree que la renta básica aportaría ventajas como la de una mayor seguridad en tiempos de crisis lo cual, a la vez, incentivaría las actividades de autoocupación. La manera de financiar la renta básica sería a través de los impuestos. Le parece sorprendente que el dinero público aflore con tanta facilidad para unas cosas (financiación de bancos) y no tan fácilmente para garantizar la existencia material de la población. Menciona el caso de EEUU dónde parece que en los últimos años se ha agudizado la mayor concentración de riqueza en menos manos, de tal modo que en 1976 el 1% de la población más rica concentraría el 9% de la renta nacional, mientras que en 2006 ese mismo 1% alcanzaría un 20% de la renta. Raventós, Daniel. “Un mínimo para sobrevivir en tiempos de crisis”. El País, 07/05/2009, Opinión, página 29.