miércoles, 1 de junio de 2011

Melancolía: El porqué del genio en Aristóteles

Sobre el término "melancolía" esto es lo que encontramos en el diccionario de la Real Academia Española:
"(Del lat. melancholĭa, y este del gr. μελαγχολία, bilis negra).
1. f. Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada.
2. f. Med. Monomanía en que dominan las afecciones morales tristes.
3. f. ant. Bilis negra o atrabilis."

Si las primeras acepciones son méramente lexicográficas y resuelven el interés básico que puede habernos conducido al diccionario, sin embargo la referencia a la bilis negra puede dejarnos sumidos en otro tipo de dudas. ¿Qué tiene que ver la bilis negra con la tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente? Y, por otro lado, ¿qué es la bilis negra?
Seguramente la medicina contemporánea tendría serias dificultades para ofrecernos respuestas, pero si nos remontamos a Aristóteles tal vez encontremos alguna luz puesto que reformuló la cuestión de la melancolía de esta otra manera:

  • "¿Por qué son melancólicos todos los ilustrados en filosofía, política, poesía, en las artes, incluso hasta el punto de sufrir la enfermedad proveniente de la bilis negra, como por ejemplo también Hércules entre los héroes?" (Aristóteles).
Con la bilis negra hay pues un riesgo de enfermedad, pero Aristóteles no considera enfermos a aquellos hombres más cultivados. Más bien la pregunta que nos formula parece apuntar hacia la tesis de que la melancolía es constitutiva de la genialidad como ocurre con Lisandro, el genial espartano vencedor de los atenienses, con Ajax, con Belarofonte, Empédocles, Platón, Sócrates y una pléyade de poetas.
Para explicarnos la causa del temperamento melancólico, Aristóteles recurre a su acostumbrado método de los ejemplos, citando en este caso a una sustancia, el vino, cuya ingesta en mayor o menor grado nos sume en estados correspondientes a los distintos estados de melancolía, mientras que la leche o el agua no producen tales efectos. Un exceso puede conducir a estados graves, incluso la epilepsia, pero otras cantidades obtienen afecciones diversas que resaltan capacidades en función de la constitución de cada cual. Lo mismo ocurre con la bilis negra, que es una sustancia sin estado determinado, que contiene aire, viento, que puede transportar calor o frío, y que se dispone de tal forma que puede influir en el alma (psique) transformando nuestro carácter de manera irregular e imprevisible. El melancólico es diferente de la persona "normal", respecto de la que cabe prever sus reacciones, y en la que no hay, por tanto, ninguna "genialidad". Sin embargo, lo que es pasajero en el bebedor de vino, resulta estructural en el melancólico. Los estados que van desde la depresión a la exaltación pueden hacer perder la salud al melancólico, pero si es capaz de equilibrar el calor y el frío de la bilis negra y encontrar un justo medio, un equilibrio, si encuentra la norma de su anormalidad, entonces se transforma en un genio, ya sea de la cultura, de las artes o de la política. "Es alguien que vive entre los monstruos sin eliminarlos, pues es su peligrosa presencia quien le inspira":
  • "Por resumirlo en pocas palabras, diremos que, siendo irregulares los efectos de la bilis negra, los melancólicos lo son de igual modo; pues la bilis puede ser o muy fría o muy caliente. Es por eso que puede actuar sobre la moral, puesto que en nuestro cuerpo no hay nada que actúe tanto sobre el carácter como lo caliente y lo frío. Transforma nuestro carácter, como el vino, según entre en el cuerpo en mayor o menor cantidad. Los dos, el vino y la bilis negra, son aire. Puede que la bilis, pese a su irregularidad, se equilibre, o puede que permanezca irregular o sana en ciertos aspectos; como puede también, según la condición de las cosas, ser tan pronto caliente como enseguida fría, o todo lo contrario. Los excesos que ofrece hacen que todos los melancólicos se diferencien de los demás hombres como seres excepcionales, no a causa de una enfermedad sino por su propia naturaleza" (Aristóteles).
Puede que a primera vista no veamos nada interesante en esta reflexión aristotélica sobre lo que confiere genialidad e inteligencia a un ser humano puesto que efectivamente en el s. XXI la descripción que se nos presenta de la bilis negra puede parecernos una mera ficción. Sin embargo, como casi siempre ocurre en Filosofía, puede que lo importante no resida tanto en la respuesta dada como en el nuevo camino iniciado, y eso se nos hace más patente si traemos a colación la distante posición de Aristóteles frente al camino platónico que buscaba el genio humano en un "furor" divino procedente de allá arriba. En cambio, en Aristóteles hay que buscar en lo fisiológico, en lo natural, en una sustancia concreta que se pone a interactuar con la inteligencia; pudiendo resultar de dicha interacción tanto la enfermedad como la genialidad. El genio es un individuo diferente, es otro, alter, excepcional pero humano, no divino. Tal vez la divisa de Aristóteles podría haber sido: ¡Sé diferente!

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