Según Guillermo de la Dehesa, las lecciones que hemos aprendido con la actual crisis son las siguientes:
1. La crisis de deuda privada puede provocar crisis de deuda soberana (la Unión Europea considera que el límite de deuda soberana/pública sostenible es el 60% del PIB). Estos son los casos:
Andrés García Reche en su artículo "Rating" imagina el caso de una persona que pide un crédito y que se ve envuelta en una sucesión de consecuencias fatales, a causa de la crisis, que le obligan a pagar más y más porque los mercados ya no tienen "confianza"; pero quisiera imaginar también otro caso diferente, a saber, el caso de una persona de vida austera, frugal, por ejemplo un trabajador medio del ámbito público o privado, con un salario medio, que lleva una vida prudente, que decide no contraer deudas privadas, sin gastos que excedan sus posibilidades reales puesto que quiere asegurar su existencia. Pues bien, a diferencia de lo que parece pensar Juan José Millás en su interesante artículo "Falsos cálculos", su existencia también depende de lo que hagan los demás. Si los demás piden préstamos a los bancos y se endeudan constantemente, tal vez por encima de sus posibilidades con un optimismo militante; si los bancos, con mayor optimismo si cabe, le conceden los préstamos tal vez de manera excesivamente arriesgada y para ello los bancos piden prestado dinero a otros bancos externos o a inversores externos; si además esos bancos abren un nuevo ámbito de negocio inspirando una burbuja inmobiliaria que puede pinchar, pero lo hacen de acuerdo con el optimismo reinante; si además las autoridades políticas estatales no toman medidas para evitar que todo aquello ocurra; si una vez llegada la crisis, tal vez ya no de manera optimisma sino temeraria, los Estados deciden gastar mucho dinero público para "reactivar la economía" sin que ello sea efectivo; si por ende vive en una unión política supranacional con deficiencias de diseño; si todo eso ocurre, finalmente puede ocurrir que aquella persona austera y frugal se vea envuelta en una crisis financiero económica que tenga como consecuencia que su sueldo sea rebajado, que se le aumenten los impuestos que tiene que pagar, o incluso que pierda su puesto de trabajo y se encuentre con insalvables dificultades para recuperar cualquier empleo. ¿Qué puede pensar esta persona acerca de aquellas formas de optimismo? ¿Acaso tendría razones para pensar que ha terminado pagando la fiesta de otros? ¿Le quedarán motivos para confiar en aquellos representantes políticos a los que hasta ahora confió su voto? ¿Se sentirá llamado a la indignación y su más enérgica manifestación?
1. La crisis de deuda privada puede provocar crisis de deuda soberana (la Unión Europea considera que el límite de deuda soberana/pública sostenible es el 60% del PIB). Estos son los casos:
- Grecia sufre una coincidencia en 2009 de una deuda pública del 113% y una deuda privada externa del 91%.
- Portugal tiene en 2009 una deuda privada externa 172%, que ha aumentado la deuda pública en 2010 hasta el 83%.
- Irlanda tuvo unos bancos privados que financiaron la mayor burbuja inmobiliaria del área euro, el Estado garantizó su deuda y terminó en 2010 duplicando la deuda soberana hasta el 102%.
- España tenía en 2009 una deuda privada externa del 135%, pero sólo una deuda soberana del 39,8 % en 2008, que ha alcanzado el 64% en 2010.
- Dentro del área euro algunos países han perdido el control de su moneda lo que hace aumentar las posibilidades de caer en el impago. Este es el caso del Reino Unido, que tenía en 2010 una deuda soberana del 83%, mayor que la española, pero los mercados consideran que las pobrabilidades de impago españolas son tres veces mayores porque a los inversores les resulta más difícil provocar el impago de la deuda pública británica puesto que si deciden vender deuda británica, tanto si se quedan con libras como si las venden, la liquidez se queda en el Reino Unido dado que en el último caso los bancos compran las libras, éstos invierten en deuda soberana y el Banco de Inglaterra puede así seguir prestando al Tesoro británico para evitar el impago de la deuda. Pero en el caso de que los inversores decidan vender masivamente deuda soberana de un país del área euro y quieran mantener su venta en euros, pueden invertir en deuda soberana de otro país miembro, con la particularidad de que el Banco Central Europeo (BCE) no puede prestar a los Estados miembros, por lo que se provoca en ese país una crisis de solvencia. La única solución es avanzar hacia una unión fiscal y un BCE que preste liquidez. Los inversores siguen prefiriendo una inversión en deuda soberana porque saben que para pagarla los Estados pueden subir los impuestos.
- Es el caso que en los primeros años del euro el margen de rendimiento de la deuda era mínimo entre los Estados, y ahora se ha multiplicado entre diez y cincuenta veces.
- Es el caso que España tiene una deuda soberana bruta del 64%, que es un porcentaje menor que el de Italia; pero la deuda total exterior neta de España es del 87% frente a sólo el 30% de la de Italia. Los mercados castigan más a los Estados con mayor nivel de deuda externa porque en el área euro pueden sufrir más problemas de liquidez.
Andrés García Reche en su artículo "Rating" imagina el caso de una persona que pide un crédito y que se ve envuelta en una sucesión de consecuencias fatales, a causa de la crisis, que le obligan a pagar más y más porque los mercados ya no tienen "confianza"; pero quisiera imaginar también otro caso diferente, a saber, el caso de una persona de vida austera, frugal, por ejemplo un trabajador medio del ámbito público o privado, con un salario medio, que lleva una vida prudente, que decide no contraer deudas privadas, sin gastos que excedan sus posibilidades reales puesto que quiere asegurar su existencia. Pues bien, a diferencia de lo que parece pensar Juan José Millás en su interesante artículo "Falsos cálculos", su existencia también depende de lo que hagan los demás. Si los demás piden préstamos a los bancos y se endeudan constantemente, tal vez por encima de sus posibilidades con un optimismo militante; si los bancos, con mayor optimismo si cabe, le conceden los préstamos tal vez de manera excesivamente arriesgada y para ello los bancos piden prestado dinero a otros bancos externos o a inversores externos; si además esos bancos abren un nuevo ámbito de negocio inspirando una burbuja inmobiliaria que puede pinchar, pero lo hacen de acuerdo con el optimismo reinante; si además las autoridades políticas estatales no toman medidas para evitar que todo aquello ocurra; si una vez llegada la crisis, tal vez ya no de manera optimisma sino temeraria, los Estados deciden gastar mucho dinero público para "reactivar la economía" sin que ello sea efectivo; si por ende vive en una unión política supranacional con deficiencias de diseño; si todo eso ocurre, finalmente puede ocurrir que aquella persona austera y frugal se vea envuelta en una crisis financiero económica que tenga como consecuencia que su sueldo sea rebajado, que se le aumenten los impuestos que tiene que pagar, o incluso que pierda su puesto de trabajo y se encuentre con insalvables dificultades para recuperar cualquier empleo. ¿Qué puede pensar esta persona acerca de aquellas formas de optimismo? ¿Acaso tendría razones para pensar que ha terminado pagando la fiesta de otros? ¿Le quedarán motivos para confiar en aquellos representantes políticos a los que hasta ahora confió su voto? ¿Se sentirá llamado a la indignación y su más enérgica manifestación?
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