Bradford Delong analiza cómo se abordan las periódicas crisis de las economías de mercado industriales desde 1825, las cuales constituyen su "gran mal" en la forma de destrucción de empleo, inversiones e ingresos.
Argumenta que hay tres razones por las que las autoridades puedan fallar al intentar restablecer el pleno empleo tras la desaceleración:
Argumenta que hay tres razones por las que las autoridades puedan fallar al intentar restablecer el pleno empleo tras la desaceleración:
1º. Inflación creciente y dificultades estructurales, que podrían hacer que medidas de estímulo del empleo apenas lo estimularan, causando un aumento más rápido de los precios. Ese fue el caso de 1970, pero no es el de ahora.
2º. Una inflación estable, pero unas autoridades que no saben mantener la inflación e impulsar el gasto en la economía a la vez. Para evitar tal cosa los economistas (Mill, Keynes) idearon una lista de medidas que se deben adoptar:
- Evitar la depresión. Evitar que la gente quiera reducir los gastos llevándolos por debajo de los ingresos.
- Si no se logra lo anterior, hacer que el banco central compre bonos por efectivo, para bajar los tipos de interés de modo que tener deuda sea más atractivo que el efectivo.
- Si no se logra lo anterior, hacer que el Tesoro garantice los activos de riesgo o emita otros con garantía para aumentar la calidad de la deuda, haciendo que la deuda sea más atractiva que el efectivo.
- Si no se logra lo anterior, prometer imprimir más dinero para que se prevea que aumentará la inflación, con lo que sería más interesante tener deuda que efectivo.
- En el peor de los casos, hacer que el Gobierno se endeude y compre, para reequilibrar el deseo del sector privado de deshacerse de deuda.
3ª. No se adoptan las medidas expansionistas con la escala suficiente a sabiendas, con lo que no se logra el pleno empleo.
Según Bradford Delong, esta tercera razón es precisamente la que acontece en la actualidad en la región del Atlantico Norte, pareciéndose repetir los acontecimientos del decenio de 1930 cuyos peligros advirtió entonces Keynes.
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