Rafael Argullol contrapone al auténtico cosmopolita con el actual provinciano global. El primero está siendo empujado a una suerte de clandestinidad o extinción, retirado tal vez a las catacumbas porque ama la complejidad, la diferencia, lo desconocido, el saber. Puesto que "no soporta la excesiva claustrofobia de la identidad propia, busca en el espacio absorto de lo ajeno aquello que pueda enriquecer su origen."
Por el contrario, el provinciano global es "aquel que aspira a hablar un solo idioma, lo más utilitario posible, sin
importarle la destrucción de los mundos que habitan en los otros
idiomas; aquel que se mueve continuamente de aquí para allá, obseso
coleccionista de imágenes, al tiempo que es incapaz de fijar la mirada, y
no digamos el pensamiento, en paisaje alguno; aquel que está
permanentemente informado con aludes de noticias y mensajes que sepultan
su capacidad de comprensión. Es posible que un individuo de tal
naturaleza se considere a sí mismo un cosmopolita. Pero vive en una
pequeña aldea que ha confundido con el mundo."
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