miércoles, 21 de enero de 2009

Kant: Idea para una historia universal en sentido cosmopolita

Uno de los temas que parece no tener fin, por más que le prestemos atención y esfuerzos, es el de la tensión entre el individuo y la sociedad. El individuo es alguien con nombre y apellidos, tiene nombre propio, es alguien a quien se puede señalar con el dedo, es un ente concreto. La sociedad está formada por individuos, pero a ella ya no se le puede señalar con el dedo, está por casi todas partes de manera indiferenciada, es un ente abstracto. En principio atribuimos sin dificultad al individuo una voluntad propia, y parece que nos resulta más difícil atribuírsela a la sociedad misma, pero a poco que lo consideremos vemos que las estructuras sociales parecen como si persiguieran ciertas finalidades, como si la sociedad dispusiera de una voluntad que en muchos casos no sólo orienta sino que puede llegar a limitar intensamente la pretendida libertad del individuo. A partir de los proyectos de los individuos y de las sociedades está hecha la política; y, desde la idea de Aristóteles de que el ser humano es “por naturaleza” un zoon politikon, hasta hoy mismo, podríamos recorrer la historia entera auscultando esa tensión entre el individuo y la sociedad.
Uno de los textos más bellos e inquietantes respecto de esa tensión es el que escribió Kant en 1784 con el título de Idee zu einer allgemeinen Geschichte in weltbürgerlicher Absicht (Idea para una historia universal en sentido cosmopolita).
Kant quiere ver si es posible pensar la historia, y comienza afirmando algo terrible; a saber, que las acciones de los seres humanos están determinadas por las leyes de la naturaleza, como si fueran objetos de la naturaleza al margen de la libertad humana, siempre y cuando consideremos “en grande” el juego de la libertad de la voluntad humana, de modo que éste sería el camino regular que nos permitiría pensar la Historia. Contemplarlo “en grande” es algo así como considerarlo estadísticamente, es decir, que lo que parece sometido a la más azarosa y caótica voluntad libre de un individuo, como por ejemplo la celebración o no de un matrimonio, luego resulta menos azaroso y más bien se convierte en una constante regular y ajena a los vaivenes bruscos cuando la consideramos “en grande”, por ejemplo en tanto que tasa de matrimonios. Kant nos deja más pensativos todavía cuando añade que tanto los individuos como los pueblos enteros no se imaginan que, buscando cada cual su propia finalidad y a menudo unos contra otros, siguen un propósito de la Naturaleza que ellos mismos desconocen. Para tratar de ver ese propósito de la Naturaleza que nos permita pensar la Historia, Kant busca una serie de hilos conductores o principios de una tal Historia. Nos interesa ahora especialmente el cuarto de esos principios. Es el principio del antagonismo. La Naturaleza perseguiría su propio propósito sirviéndose del antagonismo que consiste en la insociable sociabilidad de los seres humanos: su inclinación a formar sociedad, unida a una resistencia a la misma que amenaza permanentemente con romperla. Para Kant esta ungesellige Gesellichkeit también formaría parte de la “naturaleza humana”. Si Aristóteles decía que el ser humano es por naturaleza un “ser político”, un “ser en sociedad”, Kant introduce en la misma naturaleza humana el antagonismo de la insociable sociabilidad. La tensión entre el individuo y la sociedad se presenta de esta manera:

  • “El ser humano tiene una inclinación a asociarse porque en ese estado se siente más como ser humano […] pero también tiene una gran tendencia a individualizarse (aislarse), porque encuentra en sí mismo la cualidad insocial de querer disponerlo todo a su manera, y espera resistencia por todas partes, al tiempo que sabe que él mismo es propenso a ofrecer resistencia frente a los otros.”
Según Kant, el juego de ese antagonismo es el que permitiría al ser humano salir de la pereza en la que viviríamos si habitáramos una especie de Arcadia de pastores, tan buenos como sus borregos; y en lugar de ello el antagonismo lo arrastra a causa del deseo de honores, poder y bienes para alcanzar una posición entre sus congéneres, a los que no puede soportar, pero de los que no puede prescindir. La Ilustración permitiría pasar de un estado de rudeza a otro de cultura de tal modo que finalmente, aunque patológicamente determinado, surgiría un todo moral. El propio Kant termina dando gracias a la Naturaleza por la incompatibilidad, por la molesta y competitiva vanidad, y también por el insaciable deseo de posesiones y de dominio: 
  • "El ser humano quiere concordia, pero la Naturaleza sabe mejor qué es bueno para su especie, y quiere discordia.”
Las preguntas son pertinentes por más que las respuestas sean obvias: ¿Hemos alcanzado el todo moral en el que reinaría el imperativo categórico? Desde 1784 ¿en qué punto nos encontramos?
Nota: hay edición castellana: “Idea para una historia universal en sentido cosmopolita” en Kant, Immanuel. Filosofía de la historia. México: FCE, 1981.

8 comentarios:

  1. esto es perfectoooo amo a kanttttt

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  2. no me cirvió ñuaaaaaaa

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  3. sabes si puedo conseguir este texto en castellano en internet?

    Buenisimo, muchas gracias

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  4. He comprobado que el texto de Kant en castellano está disponible en la red, basta con escribir en un buscador el título y aparecen diversas posibilidades.

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  5. No te molestaria pasarme el link? no lo puedo encontrar por ningun lado, y lo que encuentro no se si orginal o no.

    Desde ya muchas gracias.

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  6. porque me he fijado y aparece en “Idea para una historia universal en CLAVE cosmopolita" es lo mismo?

    gracias

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