“El camino está abierto. Por él puede ir gente, convoyes de trineos, tractores. […]
Y sobre los tractores y a caballo no viajan los escritores, sino los lectores.”
En el juego de antagonismos entre el individuo y la sociedad, juego pretendidamente “beneficioso” según Kant, hay individuos tan maltratados por la sociedad que para ellos el “beneficio” puede haber quedado muy lejano. Queda por ver si la sociedad se beneficia de ellos. Varlam Shalámov (1907-1982) es uno de ellos. En 1929 fue condenado a tres años en un campo de trabajo de los Urales por difundir el testamento de Lenin, crítico con la brutalidad de Stalin. En 1937 fue condenado de nuevo a cinco años de trabajos forzados en la región de Kolimá, en Siberia. Luego sería condenado de nuevo a otros díez años más en Siberia por propaganda antisoviética.
En sus relatos, Shalámov narra sus vivencias en Siberia. La degradación del individuo. El inexistente valor de la vida. Frases cortas, directas, pequeños relatos independientes que van conformando un todo. A veces cabe el humor si no fuera por lo trágico. Y , sobre todo, se siente el frío en el alma.
“No echaba en cara a los demás su indiferencia. Hacía tiempo que había comprendido de dónde venía aquel abotargamiento del espíritu, aquel frío del alma. El frío helado, el mismo frío que convertía en hielo la saliva en vuelo, había alcanzado también el alma humana. Si se podían helar los huesos, si se podía congelar o embotarse el cerebro, también el alma podía quedarse helada. En medio del frío era imposible pensar en nada. Todo era sencillo. Con frío y hambre el cerebro se alimentaba mal, se secaban las células cerebrales; se trataba sin duda de un fenómeno material, y Dios sabe si, como dicen en medicina, el proceso era reversible, semejante a la descongelación, o si las lesiones lo eran para siempre jamás. Así pues, el alma también se había helado, se había encogido y quién sabe si se quedaría así, fría, para siempre.” (Shalámov, Varlam. Relatos de Kolimá. Vol I. Barcelona: Editorial Minúscula, 2007. Pág. 28).
Y sobre los tractores y a caballo no viajan los escritores, sino los lectores.”
En el juego de antagonismos entre el individuo y la sociedad, juego pretendidamente “beneficioso” según Kant, hay individuos tan maltratados por la sociedad que para ellos el “beneficio” puede haber quedado muy lejano. Queda por ver si la sociedad se beneficia de ellos. Varlam Shalámov (1907-1982) es uno de ellos. En 1929 fue condenado a tres años en un campo de trabajo de los Urales por difundir el testamento de Lenin, crítico con la brutalidad de Stalin. En 1937 fue condenado de nuevo a cinco años de trabajos forzados en la región de Kolimá, en Siberia. Luego sería condenado de nuevo a otros díez años más en Siberia por propaganda antisoviética.
En sus relatos, Shalámov narra sus vivencias en Siberia. La degradación del individuo. El inexistente valor de la vida. Frases cortas, directas, pequeños relatos independientes que van conformando un todo. A veces cabe el humor si no fuera por lo trágico. Y , sobre todo, se siente el frío en el alma.
“No echaba en cara a los demás su indiferencia. Hacía tiempo que había comprendido de dónde venía aquel abotargamiento del espíritu, aquel frío del alma. El frío helado, el mismo frío que convertía en hielo la saliva en vuelo, había alcanzado también el alma humana. Si se podían helar los huesos, si se podía congelar o embotarse el cerebro, también el alma podía quedarse helada. En medio del frío era imposible pensar en nada. Todo era sencillo. Con frío y hambre el cerebro se alimentaba mal, se secaban las células cerebrales; se trataba sin duda de un fenómeno material, y Dios sabe si, como dicen en medicina, el proceso era reversible, semejante a la descongelación, o si las lesiones lo eran para siempre jamás. Así pues, el alma también se había helado, se había encogido y quién sabe si se quedaría así, fría, para siempre.” (Shalámov, Varlam. Relatos de Kolimá. Vol I. Barcelona: Editorial Minúscula, 2007. Pág. 28).
Grandísimo libro. Y los que quedan.
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