Helmut Schmidt, ex canciller de Alemania, publica un artículo sobre la política europea del que presentamos una traducción/resumen:
- Mi condición de anciano me obliga a pensar en amplios períodos temporales, en primer lugar respecto del pasado. Por ello recuerdo una serie de acontecimientos como el Plan Marshall, el Plan Schuman de 1952, el acuerdo del Elíseo de 1963, Solidarność y la Carta 77 en los años '70 y '80, en el año 1989/90 y el reposicionamiento de Europa y de Alemania, en Maastricht 1991/92, y también en los graves errores y omisiones que se dieron entonces.
- Entre tanto el G20 salvó un montón de bancos en 2008, pero no se ha podido evitar una profunda recesión, mucho miedo, dudas y paro sin fin ni en EEU, ni en el ámbito mediterráneo ni en muchos Estados europeos. Tras medio siglo desde el comienzo de la integración europea nos encontramos ante una profunda crisis de casi todas las instituciones europeas.
- Con la excepción, hasta ahora, del Banco Central Europeo (BCE), las instituciones de los tratados han dejado a las opiniones públicas de los vecinos europeos sin un claro liderazgo. Con la crisis bancaria, con la crisis de la deuda, con la catastrófica divergencia en la balanza de pagos por cuenta corriente, los órganos europeos han reaccionado siempre demasiado tarde, han reaccionado también con demasiada vacilación. Cuando dos de las grandes economías padecen una tasa de paro juvenil de entre el 30 y el 50%, se exige iniciativa y abnegación. "¡Hay que lanzarse con el corazón!" [En referencia a afirmaciones del presidente del Tribunal constitucional alemán, que al considerar la cuestión de la constitucionalidad de las ayudas a los países europeos, dijo que en lugar de lanzarse con el corazón, había que poner los pies en la Constitución para decidir sobre la cuestión].
- Y eso vale también para nosotros los alemanes. Vale también para el Tribunal constitucional. Cabe recordar el texto del apartado 1 del artículo 23, que nos prescribe la cooperación con el desarrollo de la Unión Europea, y el principio de subsidiariedad, y además la protección de los derechos fundamentales y el procedimiento de transferencia de soberanía.
- Subsidiariedad significa que lo que la unidad pequeña no puede resolver o vencer, tiene que ser asumido por la unidad mayor. No es cuestión de la prevalencia del interés alemán.
- Con todo no tenemos que perder de vista los estratégicos intereses comunes de los europeos a largo plazo, puesto que en las últimas décadas el mundo ha cambiado enormemente para nosotros europeos.
- Primeramente llegó la globalización de los mercados financieros; después la digitalización global. Ambos desarrollos siguen adelante. La opinión pública de las naciones europeas no han entendido las poderosas consecuencias culturales de estos desarrollos más que con muchos titubeos. Con más titubeos todavía se concibe la común responsabilidad de uso de los recursos naturales, guardando silencio ante el amenazante peligro de las armas atómicas.
- Pero las naciones europeas todavía no son conscientes del más importante y amenazante cambio para la cultura europea. Hablo del claramente inminente peligro de la marginalización de la cultura europea, ¡puesto que la explosión de la población mundial en el curso del siglo XX todavía no ha terminado! Al mismo tiempo tiene lugar en todas las naciones europeas un retroceso y envejecimiento. Nuestra natalidad se sitúa desde hace décadas lejos de la tasa de reposición.
- Durante doscientos años los europeos y norteamericanos han decidido el destino de casi todo el mundo, incluso colonizaron China en el s. XIX. Pero desde el comienzo del pasado siglo la población mundial ha crecido un 400%, de 1600 millones a 6000 millones; y subirá hasta los 9000 millones hacia la mitad de este siglo. La población de las naciones europeas en su conjunto se reducirá en ese período hasta un 7%. Ninguna de las naciones europeas alcanzará siquiera un 1% de la humanidad. La parte de europeos del valor agregado disminuirá dentro de cuatro décadas hasta el 10%, mientras que en 1950 era del 30%.
- Los cambios demográficos alcanzarán también a EEUU, pues a mitad de este siglo los latinos y afroamericanos alcanzarán la mayoría de los votantes, y estarán menos interesados en la política exterior de una potencia y del orden mundial y mucho más en la igualdad de la política interior y las oportunidades sociales.
- La consecuencia para nosotros europeos se puede conocer ya con bastante claridad: o bien continuamos nuestra crisis financiera y cada Estado por sí mismo lucha por su destino nacional, con decreciente perspectiva de éxito; o bien encontramos el camino de vuelta hacia el concepto de una progresiva federación europea. Pero tampoco entonces podríamos esperar el éxito dentro de pocos años. Necesitamos razón, energía y paciencia, puesto que no sólo nuestra economía está en peligro, sino que están en juego los valores culturales de los europeos, el derecho a la dignidad y la libertad de cada ser humano, los valores de la Ilustración y el Estado social y democrático.
- Nosotros los europeos estamos en la segunda década de este siglo ante un necesario reconocimiento: de la misma manera que desde la segunda mitad del pasado siglo buenas o ineludibles razones de la historia europea nos han conducido hacia una mutua integración de los pueblos de Europa, de la misma manera que ahí ha estado la gran ayuda de América con una importancia decisiva, así los procesos mundiales nos empujarán enérgicamente a nosotros los europeos hacia una unión.
- A pesar de Hitler, del colonialismo y el imperialismo, a pesar de Stalin y de Nerón, defenderemos los valores de los viejos griegos y del helenismo, de Cicerón y Marco Aurelio, los valores fundamentales y principios básicos europeos, la herencia de Dante Alighieri y de William Shakespeare. No queremos abandonar ni a Rousseau ni a Montesquieu, ni a Erasmo ni a David Hume, tampoco a Inmanuel Kant. Queremos mantener la fidelidad a Abraham Lincoln así como la proximidad a Norteamérica.
- Queremos conservar nuestras identidades nacionales, pero las tendremos que ahormar con la conciencia común de una pertenencia conjunta de los europeos. En cualquier caso tendremos que aprender a soportar con serenidad el ascenso de China, India o Brasil, así como el de Indonesia y otros Estados islámicos. Y la Unión Europea apenas alcanzará a ser una potencia mundial.
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