Graham Allison defiende la tesis de que China es una potencia creciente que amenaza con desplazar a USA como actual potencia dominante, lo que situa a ambas potencias en una dirección de colisión y guerra, "a menos que ambas partes adopten difíciles y dolorosas acciones para evitarla".
Para entender el modelo que funciona en este tipo de enfrentamientos propone considerar la trampa de Tucídides, el antiguo historiador de la Grecia clásica que escribió hace 2.500 años acerca de la guerra del Peloponeso que devastó a Atenas y a Esparta, quien lo explicó así: "Fue el crecimiento de Atenas y el miedo que ello infundió en Esparta lo que hizo que la guerra fuera inevitable".
En un proyecto de investigación reciente, Allison ha hallado 16 casos en los que se ha producido un enfrentamiento de este tipo. Uno de los más conocidos fue el que a principios del s. XX enfrentó a la potencia creciente industrial alemana con el dominante imperio británico, que terminó en una nueva categoría de conflictos llamada "Guerra Mundial".
La investigación muestra que 12 de esos casos terminaron en guerra. En 4 casos no hubo guerra, lo que es una ratio preocupante para el siglo XXI en el que hemos disfrutado de un raro período que ya los historiadores conocen como el de la "larga paz". Paz que muchos creen garantizada, pero que está amanezada por el conflicto entre USA y China.
Tucídides afirmó que la guerra entre Esparta y Atenás era inevitable. Efectivamente a partir de algún punto de la escalada de enfrentamientos seguramente la guerra fue inevitable.
Según Allison, la guerra entre una potencia creciente y una dominante no es inevitable, si se evita ese punto de no retorno. Lo expresan las palabras del presidente John F. Kennedy al respecto de la crisis de los misiles en Cuba: "Por encima de todo, mientras defendemos nuestros intereses vitales, las potencias nucleares tienen que evitar confrontaciones que fuercen al adversario a elegir entre una retirada humillante o la guerra."
Así, la trampa de Tucídides se ha resuelto históricamente optando por uno de estos lados del dilema: O bien se produce la guerra, lo que suele dañar intensamente a ambas partes; o bien se aborta el enfrentamiento imaginativamente para encontrar fórmulas que permitan la supervivencia de ambos contendientes. La última opción no es sencilla, pero es posible si vemos que no han terminado en guerra los recientes enfrentamientos entre USA y la URSS durante la guerra fría, y tampoco los que han acontecido desde 1990 entre Reino Unido y Francia, por un lado, y Alemania, por otro. En el primer caso hubo intensas conversaciones y programas de reducción de armamentos; en el segundo caso se construyó muy imaginativamente la Unión Europea.
Allison formula recomendaciones a los actuales dirigentes de USA para adoptar decisiones sabias:
- Clarificar los intereses vitales. Por ejemplo hay que considerar si se deben dejar a un lado las posiciones que forman parte del pasado, por ejemplo el dominio del Pacífico occidental.
- Entender lo que China está intentado hacer. Por ejemplo, aplicando los razonamientos de Kennedy para alcanzar acuerdos.
- Actuar estratégicamente. En lugar de actuar con la improvisación actual, más propensa a los conflictos.
- Centrarse en los retos domésticos. Ni una decadente democracia, ni el autoritarismo, ofrecen respuestas a lo que necesitan los ciudadanos del s. XXI.
De acuerdo con Shakespeare, el destino no está en nuestra estrella sino en nosotros mismos.
Allison, Graham: Destined for War. Houghton Mifflin Harcourt. Boston-New York, 2017.