sábado, 22 de noviembre de 2014

Arendt: Arte y pensamiento

Según Hanna Arendt, entre los objetos que ofrecen al artificio humano la estabilidad sin la cual no habría nunca un auténtico hogar para el ser humano, hay algunos que no tienen ninguna utilidad, son únicos, no son intercambiables, ni fácilmente traducibles a dinero; si se llevan al mercado es mediante un precio arbitrario. La relación con una obra de arte no consiste en "usarla"; por el contrario conviene sacarla del contexto de uso de los objetos ordinarios para que ocupe su adecuada posición en el mundo; conviene apartarla de las exigencias de la vida ordinaria, con la que tiene menos contacto que cualquier otra cosa. "Incluso si el origen histórico del arte tuviera un carácter religioso o mitológico, el hecho es que el arte ha sobrevivido gloriosamente a su separación de la religión, la magia y el mito." Por su notable permanencia, las obras de arte son las más mundanas de todas las cosas tangibles; su durabilidad resulta casi inafectada por el corrosivo efecto de los procesos naturales, al no estar sujetas al uso por los seres vivos que las podría destruir.
"La fuente inmediata de la obra de arte es la capacidad humana de pensar, así como la humana 'tendencia a cambiar y permutar' [Adam Smith] es la fuente del intercambio de objetos, y su capacidad de uso es la fuente del uso de las cosas. Éstas son capacidades del ser humano y no meros atributos del animal humano como los sentimientos, deseos y necesidades con los que están ligados y que a menudo constituyen su satisfacción. Semejantes propiedades humanas están tan desligadas del mundo, en tanto que el ser humano las crea como su hogar en la tierra, como lo están las correspondientes propiedades de otras especies animales; y  si fueran a constituir un entorno fabricado por el ser humano para el animal humano, éste sería un no-mundo, el producto de la emanación más que de la creación. El pensamiento está ligado al sentimiendo y transforma su callada e inarticulada dependencia, como el intercambio transforma la desnuda avidez del deseo y el uso transforma el desesperado requerimiento de las necesidades, hasta que están preparados para entrar en el mundo y ser transformados en cosas, para ser reificados. En cada instancia la capacidad humana, que por su naturaleza está comunicativamente abierta al mundo, trasciende y libera en el mundo una apasionada intensidad desde su encarcelamiento en el sí-mismo.
En el caso de las obras de arte, la reificación es más que la mera transformación; es transfiguración, una verdadera metamorfosis en la que ocurre como si el curso de la naturaleza fuera lo que quisiera que todo lo que el fuego quema hasta la ceniza fuera revertido e incluso el polvo pudiera explotar en llamas [Rilke: Wir leidens oft: zu Asche werden Flammen,/ doch, in der Kunst: zur Flamme wird der Staub./ Hier ist Magie...]. Las obras de arte son cosas pensadas, pero eso no les impide el ser cosas. El proceso de pensamiendo por sí mismo no produce y fabrica más cosas tangibles, tales como libros, pinturas, esculturas o composiciones, cuanto el uso por sí mismo produce y fabrica casas y muebles. La reificación que se produce al escribir algo, al pintar una imagen, modelar una figura, o componer una melodía por supuesto que está relacionada con el pensamiento que la precede, pero lo que de hecho convierte al pensamiento en una realidad y fabrica cosas desde el pensamiento es la propia habilidad que, mediante el primordial instrumento de las manos humanas, construye esas otras cosas permanentes del artificio humano."
[...]
"De todas las cosas del pensamiento, la poesía es la más cercana al pensamiento, y el poema es menos una cosa que cualquier otra obra de arte [...]" pero aún así es 'hecha' o transformada en cosa tangible.
"Pensamiento y cognición no son lo mismo. El pensamiento, la fuente de las obras de arte, se manifiesta sin transformación o transfiguración en toda gran filosofía, mientras que la manifestación clave del proceso cognitivo, mediante el que adquirimos conocimiento, son las ciencias. La cognición siempre persigue un objetivo definido, que puede ser establecido por consideraciones prácticas así como por 'mera curiosidad'; pero, una vez que ha alcanzado su objetivo, el proceso cognitivo ha llegado a su final. El pensamiento por el contrario, nunca tiene un final ni un objetivo fuera de sí mismo, y tampoco produce resultados; ni la filosofía utilitarista del homo faber, ni el hombre de acción, ni los amantes de resultados en las ciencias se han cansado de señalar cuán enteramente 'inútil' es el pensamiento -tan inútil, en verdad, como las obras de arte que inspira. Y ni siquiera estos inútiles productos puede el pensamiento reclamar, de la misma manera que los grandes sistemas filosóficos pueden difícilmente ser llamados resultados del pensamiento puro, estrictamente hablando, porque es precisamente el proceso del pensamiento el que el artista o filósofo escritor tiene que interrumpir y transformar para la reificación materializada de su obra. La actividad del pensamiento es incesante y repetitiva como la vida misma, y la cuestión de si el pensamiento tiene algún significado absoluto constituye el mismo acertijo sin respuesta que la cuestión por el significado de la vida; sus procesos impregnan el todo de la existencia humana tan íntimamente que su inicio y su fin coinciden con el inicio y el fin de la vida humana misma."
Arendt, Hanna. "The permanence of the world and the work of art", en The Human Condition. The University of Chicago Press, 1957.
P.S.:




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